La presión sanitaria en la cría de cerdos ha evolucionado significativamente en las últimas dos décadas con la aparición del síndrome disgenésico y respiratorio porcino (SDRP), del síndrome multisistémico de adelgazamiento posdestete (PMWS) y de la peste porcina africana (PPA). Al mismo tiempo, la estructura, la organización y las prácticas de cría también han cambiado mucho. El aumento del tamaño de las granjas, la especialización de los talleres, los cambios en el manejo de las piaras, la implementación de nuevas vacunas o prácticas de higiene son factores que pueden tener consecuencias en la salud de los animales.
Por todo ello, la bioseguridad es cada vez más esencial para el éxito del sector porcino.
A la hora de montar una explotación y en función de su actividad (selección, multiplicación o (re)producción), hay que tener en cuenta ciertos elementos:
En las granjas de cría de cerdos es obligatorio contar con un plan de bioseguridad a disposición de todos. Incluye las 3 zonas de actividad: pública, profesional y de cría.
Los alrededores de la nave deben presentar una perfecto estado de limpieza y mantenimiento (césped cortado, paredes limpias) para evitar el riesgo de plagas (roedores, insectos). Los accesos a la nave están precedidos por losas de hormigón para facilitar la desinfección.
En caso de epizootia, se recomienda esparcir cal viva (500 g/m²) en los alrededores de la nave (perímetro protegido), en particular frente a los vados sanitarios, las puertas y las zonas de paso frecuente.
El agua destinada a dar de beber a los cerdos no está sujeta a ningún reglamento que establezca estándares de calidad, a diferencia del agua destinada al consumo humano, que debe cumplir criterios de potabilidad. Las normativas solo exigen que sea de calidad “adecuada” y, para ello, se definen una serie de criterios.
Aunque no existe un estándar establecido, se recomienda analizar 100 ml de agua para detectar la ausencia de gérmenes (Coli totales, E. coli, estreptococos, etc.).
La contaminación puede producirse en el momento de la captación del agua, pero también en las tuberías de la granja, en particular debido a la biopelícula residual. Para conocer la calidad bacteriológica del agua se debe realizar un análisis (idealmente en el vado sanitario y al final de la línea). En caso de una calidad bacteriológica insuficiente, se recomienda tomar las medidas correctivas oportunas: comprobar la estanqueidad de la captación y desinfectar el agua (dióxido de cloro, peróxido de hidrógeno o cloro).
Es fundamental conocer la calidad físico-química del agua potable ya que, en determinadas condiciones, puede provocar:
Conviene realizar un análisis físico-químico del agua al menos una vez cada 2 años.
El protocolo clásico para limpiar el interior de tuberías para eliminar la biopelícula es el siguiente:
Il est important de limpiar los bebederos antes de que los cerdos entren en las salas. Hay que abrir la llave de paso del bebedero hasta percibir con el dedo un cambio en la temperatura del agua. El agua estancada a temperatura ambiente es reemplazada por agua en circulación, normalmente más fría.
La purga a alta presión es fundamental durante el protocolo de limpieza para obtener un efecto de lavado mecánico suficiente para arrastrar las impurezas desprendidas de las paredes de las tuberías por los productos alcalinos y ácidos utilizados.
El programa de limpieza y desinfección en las granjas de cría de cerdos incluye tres etapas:
El aclarado es indispensable, ya que permite eliminar las pequeñas partículas de materia orgánica proyectadas en la sala durante el decapado.
Conviene privilegiar el secado-calentamiento de la sala en vez de un vacío sanitario largo.
Esta etapa facilita la limpieza y la desinfección de las superficies y consiste en:
El remojo es fundamental para facilitar la limpieza. Solo al cabo de varias horas de remojo se consigue una verdadera hidratación y solubilización de la suciedad. El remojo debe realizarse en las 3-4 horas posteriores a la salida de los cerdos. Se puede automatizar mediante rampas con boquillas giratorias (mejor que aspersores, que no cubren bien todas las superficies de la sala y consumen demasiada agua).
Idealmente, el remojo es secuencial: 5 min de remojo cada 15 min durante 2 a 12 horas.
El lavado y el decapado de las paredes de las naves son las operaciones más tediosas, pero las más importantes para lograr con éxito una buena desinfección.
En esta etapa se debe privilegiar el uso de un detergente espumante.
La aplicación de un detergente favorece la penetración del agua en la suciedad. Ya sea antes o después del decapado, la detergencia permite optimizar la calidad de la limpieza. Una buena detergencia permite ahorrar tiempo y agua. Al final de esta fase, la sala debe quedar visualmente limpia.
El desinfectante no debe aplicarse sobre superficies excesivamente húmedas, ya que podría diluir la espuma y estropear su fijación. También hay que evitar las superficies demasiado secas, ya que la falta de agua provoca la quiescencia de las bacterias, lo que limita el metabolismo y disminuye la eficacia del desinfectante.
Por tanto, conviene desinfectar entre 1 y 12 horas después de la limpieza. El tiempo de contacto en la superficie también es importante, de ahí la ventaja de utilizar productos espumantes.
La desinfección debe ser una desinfección de contacto mediante pulverización y con las dosis recomendadas por el fabricante del desinfectante.
Se puede recomendar una segunda desinfección en granjas con un alto estatus sanitario, con problemas sanitarios recurrentes o con un largo vacío sanitario. Para esta segunda desinfección, hay que privilegiar la desinfección por vía aérea.
Para la seguridad de los operadores, las medidas de protección son esenciales durante las labores de limpieza y desinfección.
Si el operador tiene que bajar a las fosas sépticas, habrá que adoptar estrictas medidas de seguridad.